“Lo poco que gano me sirve para subsistir –me afirma un agricultor evidentemente ‘cabreado’-; los 150 dólares que obtengo apenas me alcanzan para pagarle el crédito al banco. Tengo cuatro hijos que quieren estudiar la universidad, pero tengo que quedarme de brazos cruzados porque no alcanza la plata. Nos tienen abandonados”.
07 de
diciembre de 2018. Todo a mi alrededor está abarrotado de extensas sábanas de
pastizales de arroz. Y no resulta extraño, ya que estoy en Daule, la capital
arrocera del Ecuador; en el recinto Las Maravillas para ser más exacto. He
recorrido unos 40 kilómetros desde Guayaquil, en una Señora de los Milagros que me llevó, al ritmo de la “rica” cumbia, hasta
mi destino.
Diferentes parcelas de pastizales de arroz
Son las 11h30
de un viernes extremadamente intenso -el sol parecía estar más cerca de mi piel
que de costumbre-; confío en encontrarme con agricultores y/o jornaleros
dedicándose a la ardua faena que conlleva sembrar el producto estrella de la
zona, pero la realidad es otra.
Como se
aproximaba la hora del almuerzo, los arroceros habían postergado sus labores; menos
uno: don Wellington Rodríguez. Resulta que este hombre de 43 años, tez morena, cortés, amable, robusto, y de estatura baja, estaba inspeccionando los campos de gramínea para corroborar
que el proceso de producción del arroz esté en marcha y sin tropiezos. Me acerco
pausadamente a él, como quien busca iniciar una conversación de amigos. Con un
“mucho gusto, señor”, me instalo en su territorio al más puro estilo de un
invasor ansioso de explorar nuevas tierras y, sin conocerme, me invita a recorrer sus cuadras de arroz,
detallándome paso a paso la metamorfosis de este cereal.
$77,50
El camino
es lastrado y divide las distintas parcelas que se destinan para el cultivo de
la semilla de arroz. A nuestra derecha encontramos una superficie arada; el agricultor me señala que es el resultado del primer paso para la siembra del grano:
la preparación del suelo, que le dará soporte físico, asegura, y aportará con
nutrientes necesarios para una óptima germinación de la planta.
Como
quedan desechos de arroz (panca) de la anterior cosecha, los agricultores optan
por rozar, es decir, distribuir los desperdicios del grano para después
quemarlos. “Una arrozadora (máquina) se tira unas dos horas por cuadra, lo que
nos representa unos 40 dólares”. Limpio el terreno, se lleva a cabo el arado
utilizando un romeplow (rastra
pesada), que “me lo alquilan a 25 dólares por la hora que se toma hacer las dos
o tres rastradas”.
Parcela arada, primer paso de la fase de producción del arroz
$130
Una vez
que está arado el terreno, don Wellington me comenta que, tras veinte días de
espera, se procede a inundarlo a través de un sistema de riego, que consiste en
captar el agua proveniente del río Puca –extiende su brazo para indicarme que
está ubicado a 200 metros- con ayuda de una bomba, la cual muchos pequeños
arroceros no tienen, por lo que, al cosechar, deben pagar por cada cuadra el
valor de cinco sacos de arroz. “Como ahora nos quieren pagar sólo 26 dólares
por saca, ahora gastaríamos 130”.
Sistema de riego en cultivo de arroz
$285
Continuamos
caminando a lo largo de esta propiedad mientras se oye a lo lejos un ruido proveniente de una máquina tipo motocultor.
“Es una fangueadora, está preparando el terreno”, me recalca. Como el arroz
debe cultivarse estando sumergido en el agua, se debe realizar el fangueo, que
permite, asevera el campesino, nivelar el suelo y “mezclar con el barro todos
los restos del cultivo anterior”.
Observo
que el instrumento recorre el suelo, inundado con una pequeña capa de agua, con
la finalidad de nivelar el área -ubicada en una parcela diferente a la que está
arada-. “Es en esa capa humedecida donde se ponen las semillas”, advierte el
agricultor, sin mezquinar sus conocimientos sobre este proceso.
En esta
fase Rodríguez invierte en, al menos, tres rubros: un saquillo de 100 libras de
semilla certificada ($75); trasplante de “lechuguines” ($110 por cuadra) en
hileras con espacios óptimos para que la planta pueda crecer, teniendo así un
mejor perímetro para quedar más expuestos a la luz solar, aire y nutrientes; y
en alquiler de la fangueadora ($100 las diez horas por cuadra).
$181
Después
del fangueo, en aproximadamente doce días, se debe deshierbar los lechuguines
manualmente o utilizar el líquido Mata Semillas ($21 los tres litros), ambos
métodos tienen como finalidad eliminar las malezas que crecen en la planta. Don
Wellington me dice que usa ambas porque “si sólo uso Mata Semillas, igual queda
un poco de maleza”, exclama. Para evitar que su siembra se arruine, el
agricultor debe invertir $160 más para contratar el servicio de jornaleros -que
cobran diez dólares la hora- para realizar 16 “tareas”.
$236
Es medio
día y me explica el último paso antes de la cosecha: la
aplicación de fertilizantes -abono, urea y muriato- y el uso de insecticida,
bactericida y fungicida para evitar las plagas. Se necesitan diez jornaleros
que apliquen estos insumos unas ocho veces, cada quince días. “Sólo aquí
invierto $96 en jornaleros, $50 en insumos y $90 en fertilizantes”.
$100
Nos
detenemos un momento. Llega un amigo suyo, se trata de René Herrera: alto, 46
años de edad, contextura delgada, voz potente, dirigente del gremio arrocero,
quien nos saluda y se involucra en la tertulia. Al hablar de cosecha, manifiesta que cuando se la obtiene, se alquila una cosechadora (máquina) para recolectar el
producto. Se paga dos dólares por cada saco que se obtenga. “Si recojo 50
sacos, la cosechadora se me lleva 100 dólares”.
Entre
relatos y descripciones, Rodríguez y Herrera establecen una pausa antes de
abordar el procedimiento para vender los sacos de arroz en las piladoras. Hacen
hincapié en las dificultades y riesgos de su labor, la cual muchas veces,
quienes vivimos en las ciudades, ignoramos.
-Créame
que la situación del agricultor está dura- reseña René-, imagínese que uno pide
un crédito al BanEcuador -antes Banco Nacional de Fomento- para poder invertir
(en la siembra de arroz), pero te dan sólo seis meses para pagar.
- ¿No es
suficiente? –le pregunto ingenuamente-.
- ¡Qué va
a creer! –responde un poco exaltado-, el arrocero no sabe lo que va a coger, te
arriesgas y esperas cuatro meses (tiempo que dura la producción del cereal) a
ver si ves plata.
-Porque -
interviene don Wellington- puede pasar que una plaga mate todo lo que has
trabajado y salgas perdiendo.
-Y el
banco no te perdona nada –refunfuña Herrera-.
Arroceros son las más perjudicados dentro de la cadena productiva
El panorama para los arroceros no parece alentador. La sobreproducción del cereal ha provocado que el precio del saco de arroz –200 libras- disminuya, perjudicando aún más al agente económico, el agricultor, quien es protagonista del primer eslabón de esta cadena productiva.
Como si no fuese suficiente, el productor debe enfrentarse, además, al escaso control del contrabando de arroz peruano, lo cual agrava más el problema y limita los anhelos de poder comercializar el fruto de su trabajo en un buen valor económico. Las ganancias que quedan, sin duda, no justifican su esfuerzo.
¿Qué ha hecho el gobierno para mermar
estos incidentes?
-No hay
apoyo del Estado -deplora el dirigente de los arroceros de Daule-. Ni siquiera
nos dan créditos con intereses bajos (le otorgan a un 11%). Por ahí nos ayudan
con el subsidio de 50% de un kit de insumos, pero no es suficiente.
-Lo único
que saben decir es que vamos a dialogar, pero ya estamos cansados de lo mismo -
sentencia, sin titubeos, Rodríguez-, el agricultor ya no resiste más
abusos.
Agricultores han bloqueado vías del Guayas en busca de una respuesta del Gobierno Nacional. Tomada de diario El Telégrafo
Producto de esta molestia, estos arroceros han participado en las protestas que ha realizado el gremio, cerrando las vías principales de la provincia del Guayas. Uno de ellos tiene una demanda por obstrucción de una vía pública. “Intentan silenciarnos. La Fiscalía de Daule me abrió un proceso por obstruir la carretera que lleva de Daule a Nobol (…) no nos van a intimidar”, ratifica Herrera.
Mientras los escuchaba atentamente, lograba entender cuán inconformes están los agricultores –y como no estarlo- con las políticas que se han ejecutado para su sector.
Mientras los escuchaba atentamente, lograba entender cuán inconformes están los agricultores –y como no estarlo- con las políticas que se han ejecutado para su sector.
Lo que la cosecha se llevó…
Retomo el
proceso de la cosecha para apaciguar los ánimos, y me indican que también
presentan inconvenientes con las piladoras, pues, en palabras de don Wellington,
“ya no nos quieren comprar porque hay exceso de arroz”. “Nos toca desvalorizar
nuestro trabajo aceptando el precio que nos imponen: unos $26”, lamenta René.
- Y encima
los dueños de las piladoras nos cobran un 1% de dizque impuesto a la renta
–replica Rodríguez-.
-Pura
sabiduría para sacarnos plata –alega Herrera-. Si te haces mil dólares se te
llevan cien… la verdad es que estamos cada vez peor.
- ¿Creen
que se avizoran mejores días para ustedes? –pregunto, tratando de casi
finalizar la charla, pues mi estómago clamaba un almuerzo urgente-
Respiran
profundamente. Las expectativas no son altas. Para ambos no es fácil aceptar
que la situación del agricultor no es la más prometedora.
Agricultores recogiendo la cosecha. Foto: Expreso
-Dudo que esto mejore- suelta don Wellington-. No han hecho nada para tecnificarnos. Nos tienen con la misma semilla caduca de toda la vida, que no nos representan en calidad ni cantidad.
-Por eso es que no podemos competir con otros países, no hay calidad en nuestro producto- enuncia René-
-Se limitan a decirnos que no hay plata, que es culpa del gobierno anterior –arremete Rodríguez-
-Cuando Correa fue quien más nos ayudó comprando nuestra producción cuando hubo un exceso de arroz –dictamina Herrera-, incluso más que ahora.
.
Faltan
decisiones, determinación y conciencia. Las autoridades, al parecer, no comprenden
que el sector agropecuario en general debe ser el motor de desarrollo de
nuestra economía.
Los
arroceros son el primer elemento de la cadena productiva de la gramínea; la
segunda conlleva a la transformación, ejercida por las piladoras que secan, descascaran
y blanquean el cereal, el cual está listo para ser comercializado -fase final
de la serie- a los grandes mayoristas, quienes distribuyen el grano hasta que
éste llega a las tiendas de los barrios.
Transformación del arroz: secado, descascarado y blanqueamiento
El meollo
del asunto es que hay una inequidad e injusticia a la vez. Quien arriesga y
hace el trabajo forzado, o bien pierde o gana poco; mientras que son los comerciantes
quienes se llevan más de la mitad de las ganancias. Pareciera que al Ministerio
de Agricultura –ente rector- poco le importa.
Sumando
los gastos efectuados en cada paso del proceso de producción del arroz, don
Wellington –ya debes saberlo- invirtió un poco más de mil dólares. Él revela
que de esa cantidad tan sólo gana entre $200 y $300 por los cuarenta sacos de
arroz que cosecha. Encuestando a varios pequeños arroceros, concluyo que la
cifra no varía mucho, el promedio invierte $1,200 dólares y gana $200 porque
los mil restantes se los lleva el banco y aún faltaría pagar el 11% de interés.
El agricultor es el que pierde.
Es hora de
partir. Hay que almorzar. René regresa a su casa, en la cabecera cantonal de
Daule; me da un aventón. Don Wellington, en cambio, se queda en el sitio donde
lo encontré, como señalando que de todas formas se resiste a dejar su actividad
de arrocero, pues al final de cuentas, a ello se ha dedicado desde siempre. Aunque la siembra de arroz no le ha brindado
grandes riquezas, no sería igual de feliz como cuando cada mañana se halla en
medio de los campos que lo han acompañado toda una vida, haciendo lo que aprendió
de joven y se aferra a no abandonar.
Elaboración: Ever Moreira Mera.
Agricultor dedicado al cultivo de arroz. Tomada de diario Correo
Elaboración: Ever Moreira Mera.






